Hace ya algunos años (no tantos como para que nos los recuerde, ni tan pocos como para que aún me siga resultando agobiante), una profesora de bachillerato de lengua y literatura nos encomendó la labor de leer Cien años de soledad, novela del escritor colombiano y premio Nobel de Literatura G. García Márquez. Entre las diversas tareas que debíamos realizar con el libro, se le ocurrió que no podía faltar la elaboración de un árbol genealógico sobre la extensa familia Buendía, árbol que me quitó más de una hora de sueño.
En aquellos años de adolescencia, yo ya era una ávida lectora que buscaba y rebuscaba libros que rellenaran el vacio que me provocaban las tediosas horas de clase, que para más inri debía recibir en catalán. Sin embargo, mi gusto por la lectura resultó claramente insuficiente cuando tuve que llevar a cabo la tarea que nuestra inteligente profesora nos había encargado; y, sobre todo, consiguió claramente el objetivo contrario: durante bastantes años fui incapaz de acercarme a nada que tuviera que ver con la familia Buendía, durante años escapé de las entanterías que contenían las obras de este autor.
Hoy día me encuentró en el otro lado del aula y, como mi vieja profesora debo elegir obras que, por una parte, estimulen en mis alumnos el placer por la lectura y, por otra, los preparen para enfrentarse en el futuro a las diversas pruebas que deberán afrontar. Por desgracia, con demasiada frecuencia me pregunto cómo debo hacerlo, cómo tengo que convencerlos de que les guste la lectura cuando han tenido que leer lápiz en mano y tratando de retener el más mínimo detalle. Ahora que ha pasado el tiempo me pregunto si no seré yo como mi profesora y no estaré consiguiendo con ellos lo que ella consiguió conmigo. Quizás nunca lo sepa...
Con quien sí he conseguido reconciliarme es con García Márquez, incluso alguna vez lo he utilizado en mis clases y he intentado que mis alumnos aprendan con él. Ya no temo como entonces que algo escrito por él caiga en mis manos e, incluso, puedo afirmar que me atrae la profundidad de su juicio y que en muchas ocasiones me ha hecho disfrutar, tanto como para traerlo hoy a este humilde blog e intentar reflexionar con él, entre otras cosas, sobre las ventajas de no obedecer a los padres, y yo añadiría también, a los maestros.
Quizás lo único que yo necesitaba para recuperarlo era hacerme mayor. ¿Lo estaré consiguiendo?
En aquellos años de adolescencia, yo ya era una ávida lectora que buscaba y rebuscaba libros que rellenaran el vacio que me provocaban las tediosas horas de clase, que para más inri debía recibir en catalán. Sin embargo, mi gusto por la lectura resultó claramente insuficiente cuando tuve que llevar a cabo la tarea que nuestra inteligente profesora nos había encargado; y, sobre todo, consiguió claramente el objetivo contrario: durante bastantes años fui incapaz de acercarme a nada que tuviera que ver con la familia Buendía, durante años escapé de las entanterías que contenían las obras de este autor.
Hoy día me encuentró en el otro lado del aula y, como mi vieja profesora debo elegir obras que, por una parte, estimulen en mis alumnos el placer por la lectura y, por otra, los preparen para enfrentarse en el futuro a las diversas pruebas que deberán afrontar. Por desgracia, con demasiada frecuencia me pregunto cómo debo hacerlo, cómo tengo que convencerlos de que les guste la lectura cuando han tenido que leer lápiz en mano y tratando de retener el más mínimo detalle. Ahora que ha pasado el tiempo me pregunto si no seré yo como mi profesora y no estaré consiguiendo con ellos lo que ella consiguió conmigo. Quizás nunca lo sepa...
Con quien sí he conseguido reconciliarme es con García Márquez, incluso alguna vez lo he utilizado en mis clases y he intentado que mis alumnos aprendan con él. Ya no temo como entonces que algo escrito por él caiga en mis manos e, incluso, puedo afirmar que me atrae la profundidad de su juicio y que en muchas ocasiones me ha hecho disfrutar, tanto como para traerlo hoy a este humilde blog e intentar reflexionar con él, entre otras cosas, sobre las ventajas de no obedecer a los padres, y yo añadiría también, a los maestros.
Quizás lo único que yo necesitaba para recuperarlo era hacerme mayor. ¿Lo estaré consiguiendo?

0 comentarios:
Publicar un comentario